Alejandro.

No le soporto. Pensaba que se había retirado, pero no, ha vuelto. Y ha vuelto en lo que el llama “su genero”. El del suspense. Salvese quien pueda. Mi mujer me suele decir que soy demasiado duro con aquellos artistas que no me gustan. Lo reconozco. Suelo ser un poco sibilino. Pero soy aun peor cuando a esas fobias personales se les suma un respaldo mediático fuera de toda lógica. Alejandro Amenabar nació bendecido por esa cutre-movie que fue Tesis (todo en ella me parece irrisorio hasta el sonrojo) y ese sinsentido ampuloso que fue Abre Los Ojos. Nefasto director de actores, creo que solo en Los Otros me llegó a convencer en ciertos momentos. Esa película está lograda y sustentada (por fin) en unas interpretaciones creíbles. Pero con Mar Adentro volvió a su cauce habitual y consiguió ridiculizar a mi actor español favorito (por no hablar de su compañera de reparto, que es para echarla de comer aparte). Pero el gran colofón a todo esto lo supuso aquella película de titulo innombrable de genero histórico que sencillamente me parece una de las mayores atrocidades jamas vistas en una pantalla de cine. Pero lo peor de Amenabar es su verborrea y su aureola de geniecillo del negocio. Padrino de otros muchos directores tan insoportables o mas que su mentor. Ahora, tras unos años de letargo del susodicho y paz para mis sentidos, ha vuelto. Y dicen, según las crónicas del festival de San Sebastian, que entre aplausos. Que Hitchcock nos pille confesados.