domingo, 13 de septiembre de 2015

Pasillos.

Quejarse es gratis, suele decir mi jefe. Y tiene razón. Pero cada vez lo hago menos. La cuestión es que paso media vida entre pasillos y puertas de oficina. Y que sea así por muchos años, que no queda otra. Hay días en que llego al trabajo, observo los pasillos de siempre y me entran ganas de mandarlo todo al garete. Pero no. Las responsabilidades, la autoexigencia y el compromiso por el trabajo bien hecho me pueden. Soy así.

Pero mas de siete años paseando por los mismos pasillos, dan para mucho. Bueno y malo. Hay gente que se maneja con mucha soltura en ellos, sobre todo cuando hay que tocar la puerta de algún superdespacho o hay que saludar al Director de turno y soltar alguna gracieta honrosa para que piense "que tio mas majete". Yo no soy de esos. No tengo ese don. Se me da de puta pena el colegueo con los superiores. De hecho, a veces percibo esos pasillos y esas puertas como una especie de jungla en la que en cualquier momento sale alguno (o alguna) y te la juega. Alguna vez ya me ha pasado. No debería ser así porque años pululando por ellos y creo que se me valora mucho (y bien) pero uno no puede dejar de ser precavido y consciente del enviroment donde pasa dias y dias. Afortunadamente es solo trabajo y me siento privilegiado por tenerlo. Que sea así por muchos años.

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